Una de las cosas que no se puede perder uno al visitar China es ir a ver la Gran Muralla, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987. En su esplendor, durante la dinastía Ming en el siglo XVI, llegó a tener casi 9.000 kilómetros, pero en la actualidad sólo se conservan aproximadamente unos 6.250 kilómetros. Aunque se conocen distintas murallas en el norte de China construidas en el siglo VIII antes de cristo, no es hasta el siglo II antes de cristo cuando el primer emperador de China, Qin Shi Huang, acomete la faraónica obra de construir una muralla que permita a China defenderse de los ataques de los mongoles y de las tribus nómadas del norte. La muralla, que se construyó siguiendo la cresta de las montañas, tiene de promedio de 6-7 metros de alto y 4-5 metros de anchura, existiendo una torre de vigilancia a una distancia de tiro de flecha de la anterior:

Para visitarla, lo mejor es aprovechar tu estancia en Beijing, pues los tramos mejor conservados y restaurados se encuentran a unos 60-100 kilómetros de la capital (Badaling, Simatai o Mutianyu, en la fotografía) Para poder visitarla con comodidad, se han construido una serie de teleféricos o telesillas que te suben y bajan a la muralla.